Isabel Allende: “Mientras pueda voy a vivir en EE.UU., ahí están mi hijo, mi nuera, mis perros y mi marido, por ese orden, pero si la cosa se pone color de hormiga, como creo, tendré que irme”

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La escritora chilena publica 'Mi nombre es Emilia del Valle', ambientada en la guerra civil chilena de finales del XIX, con ingredientes similares a la caída de Salvador Allende

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Isabel Allende ha presentado su nueva novela, 'Mi nombre es Emilia del Valle', en la Casa de América 

Jesús Hellín / STUDIOMEDIA19 / Colaboradores

Son 165 medios de todo el mundo acreditados para escuchar, de manera presencial o por streaming, a la escritora que más vende en todo el globo en castellano. “Muchísimos medios han madrugado, me parece que en México son las ocho y media de la mañana...”, dice el editor, David Trías, para comenzar el acto. “¿Eso es madrugar? Pero por Dios”, opone divertida Isabel Allende. La autora chilena, de 82 años, vive en California y hacía mucho que no viajaba. Pero quería volver a esa España que, dice, tantos dolores y alegrías le ha dado, y ha decidido acudir para hablar con la prensa en uno de los elegantes salones de espejos y columnas doradas  del Palacio de Linares -sede de la Casa de América en Madrid- de su nueva novela, Mi nombre es Emilia (Plaza Janés). 

Una obra ambientada en la guerra civil de Chile de finales del XIX y protagonizada, como siempre, por una mujer fuerte, una periodista relacionada con la familia Del Valle de su gran novela, La casa de los espíritus. Allende (Lima, 1942) habla de política, incluso de irse de EE.UU., y de ser mujer en un mundo patriarcal. Pero, sobre todo, emociona cuando recuerda sin paños calientes su propia vida y los espejos deformantes de la memoria.

Allende comienza recordando lo excepcional de su viaje. “Todos los escritores somos introvertidos, porque si no no podríamos hacer lo que hacemos. Cuando nos toca estar en la vida pública, extrovertida, es difícil, te quita mucha energía. Pero además con la edad yo me he puesto muy mañosa, no quiero salir de mi casa, no quiero separarme de los perros, tengo un tercer marido que espero que me dure... Y desde antes del covid no viajaba, el último viaje fue a Chile porque mi padrastro se estaba muriendo y murió en mis brazos de una manera muy linda. Pero ahora decidí que iba a hacer un último intento de venir a España porque tengo muchos recuerdos aquí. Es un país que me ha dado mucha alegría y mucha pena”.

Y recuerda la vivencia de la enfermedad de su hija en Madrid. “Aquí enfermó mi hija Paula. Tenía porfiria y en el Hospital Clínico había un departamento. Cuando tuvo una crisis, se fue para el hospital, y se dieron unas circunstancias muy negativas. Había huelga, era fin de semana largo y el médico no estaba. Paula cayó en coma, no fue monitorizada bien y se produjo daño cerebral severo. No me dijeron lo que había pasado durante cinco meses y esperé en los pasillos del Clínico hasta que me entregaron a mi hija en estado vegetativo. Y me la llevé a California, no sé cómo. Ahora no lo podría hacer. En un vuelo comercial de United. Con enfermera y equipo. La bajaron en una camilla en Washington. Ted Kennedy había enviado dos personas de su oficina y nos esperaron en el aeropuerto y Paula entró sin visa y sin nada“, evoca con emoción. 

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Isabel Allende presentando su libro en la Casa de América 

Jesús Hellín / STUDIOMEDIA19 / Colaboradores

“Así que cuando vuelvo a España, la primera imagen que tengo en el avión es esa. Pero luego me vuelven otras cosas maravillosas. Esos cinco meses en el Hospital Clínico estuve en o con el dolor. Toda esa gente acompañaba a algún paciente. La camaradería, la bondad, la generosidad. Un señor que venía de un pueblo perdido, que era tosco, medio bruto, tenía a su señora, que había tenido un ataque cerebral y ya no era ella. Sentado al lado, la insultaba de puro amor, 'cómete la comida, coño, que no quieres comer'. Traía unos bocadillos de jamón de este tamaño y los compartía conmigo. Y había una gitana loca maravillosa que nos alegraba la vida en la sala común. Todas esas imágenes las tengo también”, evoca.

“Mi matrimonio iba muy mal, mis hijos habían crecido, sentía que mi vida no iba a ninguna parte, tenía 40 años y no había pasado nada más que pérdidas”

Momentos duros y luminosos. Dos libros suyos, dice, le ayudaron mucho en su vida. Primero, La casa de los espíritus, “porque la escribí con una tremenda inocencia, no sabía lo que estaba haciendo y me sacó de una experiencia banal. Yo vivía exiliada en Venezuela, trabajaba istrando una escuela, mi matrimonio iba muy mal, mis hijos ya habían crecido e iban  a la universidad, sentía que mi vida no iba a ninguna parte, tenía 40 años y no había pasado nada, nada más que pérdidas. Y La casa de los espíritus me dio una voz y me marcó el camino para todos los libros que vinieron después. La vida cambió completamente“. 

“Y el otro libro que me ayudó muchísimo fue Paula. Porque cuando murió mi hija, ese año que ella estuvo en coma, fue todo una larga noche, todo igual, no podía distinguir un día de otro, y estaba tan confundida y tan dolida que no entendía bien lo que había pasado. Cuando murió, vino mi madre de Chile y me entregó más de cien cartas que le había escrito a ella desde el Hospital Clínico en Madrid y desde California. Me dijo: léelas, para ver que la única salida de Paula era la muerte. Y al escribir ese libro con lágrimas empezó un proceso de aceptar lo que había pasado y de sanar”.

“Lo que ocurrió en Chile en 1891 tiene muchos paralelos con lo que pasó en 1973. Un presidente progresista quiso hacer grandes cambios para incorporar más al pueblo”

Ahora publica otro que se publica simultáneamente en el mundo hispanoparlante y en EE.UU. en inglés: Mi nombre es Emilia del Valle, un título que alude a que la protagonista debe usar seudónimos masculinos para vender sus novelitas y para ser periodista en su época. Una época que es la de la sangrienta guerra civil chilena de finales del XIX. “Decidí centrarme en la guerra civil que ocurrió en Chile en 1891 porque tiene muchos paralelos con lo que pasó después en 1973. En ambas ocasiones un presidente progresista quiso hacer grandes cambios para incorporar más al pueblo. Hacer cambios fundamentales“. 

En el primer caso, José Manuel Balmaceda, y en el segundo, Salvador Allende. “Se enfrentaron a una oposición brutal, en el primer caso las fuerzas armadas se dividieron y hubo una guerra civil sangrienta. En el segundo, se fueron con la oposición, hubo un golpe militar y tuvimos 17 años de dictadura. Y en ambas oportunidades el presidente prefirió el suicidio antes que el exilio. Son figuras muy heroicas”, cuenta.

Y dice que ella vive rodeada de mujeres tan fuertes como Emilia del Valle en su vida. “Yo tengo una fundación que trabaja fundamentalmente con mujeres en ciertas áreas en este momento muy conflictivas en Estados Unidos: los derechos reproductivos y los inmigrantes. Y son mujeres que están en primera línea, arriesgando muchísimo, a veces que las detengan, ir presas. Estoy rodeada de mujeres como Emilia, no tengo que inventarlas”.

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Isabel Allende en la Casa de América 

Jesús Hellín / STUDIOMEDIA19 / Colaboradores

Sobre la persecución a los emigrantes por Donald Trump, Allende dice que “mientras pueda voy a seguir viviendo en Estados Unidos porque ahí está mi hijo, mi nuera, mis perros y mi marido, en ese orden, pero si llega el momento en el que la cosa se pone color de hormiga, como creo que se va a poner, tendré que irme. No quiero vivir en una dictadura, en un gobierno autoritario, por eso me fui de Chile. No quisiera tener de nuevo esa experiencia de empezar de cero en otra parte, pero si llega el momento, lo haré, no me siento tan vieja como para no poder empezar de nuevo. Puedo empezar de nuevo”.

Aún así, señala que “Trump tiene una gran oposición, en este momento tiene el poder del Congreso, pero lo puede perder. Y estas cosas pasan. Espero que todo esto no perdure más de los cuatro años de Trump. Y tal vez menos”. “¿Qué tendría que pasar para que me fuera? Lo que me pasó en Chile fue a nivel de piel, no puedo vivir con miedo, callada, escondiéndome o escondiendo gente. Espero que no se llegue a eso, pero si llega habrá que irse”, advierte.

“Cuando las jóvenes me dicen que no son feministas porque no es sexy, no importa, llámense como quieran, pero tengan amigas, estén conectadas, informadas”

E insta a las mujeres a seguir unidas. “Todo lo bueno que me ha pasado, los momentos que he superado, han sido porque me han ayudado otras mujeres. Como Carmen Balcells. Nadie quería leer el manuscrito de La casa de los espíritus, se lo envié por correo y ella me dio la oportunidad de ser escritora. He tenido editoras mujeres, compañeras. Una mujer sola es muy vulnerable, pero juntas somos invencibles. Cuando las chicas jóvenes me dicen que no son feministas porque no es sexy, no importa, llámense como quieran, pero tengan amigas, estén conectadas, informadas. El movimiento feminista es una revolución y como toda revolución no tiene un manual, se hace como se puede, con la energía de todos. Hay que echarla para adelante porque el objetivo final es reemplazar el patriarcado, que lleva de miles de años. No se hace de un día para otro. Y ya se ha obtenido mucho”.

Allende, que este jueves será investida doctora honoris causa por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, no para de escribir y confiesa que en este momento está tratando de escribir una memoria de los últimos años, “de 2015 para adelante”. “Es una memoria sobre el amor, la soledad y la vejez. Me está costando un triunfo. Es mucho más fácil escribir ficción, puedes hacer lo que quieras. En una memoria hay que tratar de encontrar la verdad y a veces la verdad sobre uno mismo es dolorosa. He olvidado el 90% de lo que me pasó en la vida y el 10% que recuerdo no pasó así”. 

Pero, remarca, “tengo las cartas de mi madre, las que le escribí a ella y ella a mí, y veo lo que realmente pasó. Y me encuentro. Y no crean que me gusta mucho lo que veo. Me tengo idealizada. Eso pasa con la edad, que una mira para atrás y se cuenta un cuento que no piensa ser cierto. Tengo por ejemplo el cuento de que me divorcié amigablemente de Willy, a la inglesa. Le dije: nos tenemos que separar. Él dijo: ok. Y yo dije: ok. Y él se fue y eso fue todo. Es lo que yo recuerdo. Pero ándate a las cartas. Ahí está la rabia que le tenía. Y todo lo demás, que no quiero ni verlo”, ríe.

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