Lutero en Santa Maria del Popolo

El nuevo Papa

León XIV pertenece a la orden agustina, escenario de la gran escisión en el cristianismo

Lutero en Santa Maria del Popolo
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"Nunca más a la guerra", así ha pedido León XIV por la paz desde la plaza de San Pedro

Mientras una multitud se congrega en la plaza de San Pedro para escuchar la segunda alocución pública de León XIV, en la basílica menor de Santa María del Popolo el sacerdote que oficia la misa de las 11.30 h se alegra de la elección de un fraile agustino como nuevo obispo de Roma. Los agustinos están contentos y tienen razones para ello, sobre todo en esta iglesia cargada de historia.

Al lado de la basílica se halla la Porta del Popolo, por la que entraban los peregrinos que llegaban por la Via Flaminia, la vieja calzada romana que conecta con el Norte. Por esa puerta hizo su entrada triunfal la reina Cristina de Suecia después de convertirse al catolicismo en 1655. Estaba cansada de la rigidez luterana y le atraía el ritual católico. Le gustaba el barroco y también la ropa masculina. Detestaba el matrimonio. Greta Garbo la llevó al cine en 1933. En el siglo XVII no se discutía sobre la perspectiva de género, pero la Iglesia católica supo ser tolerante. La conversión de una reina luterana era un tremendo golpe de efecto político y religioso. El genial Bernini decoró la Porta del Popolo para festejar el evento.

Rome, Italy – March 20, 2018: The interior of the Chigi Chapel in Basilica of Santa Maria del Popolo

Capilla de la familia Chigi en la basílica menor de Santa María del Popolo, en Roma

Anna_Pakutina / Otras Agencias

El cisma protestante se originó en el interior de la orden agustina, que quedó mal vista

Por esa misma puerta había entrado bastantes años antes el causante del Gran Estropicio: el fraile agustino Martín Lutero. Fue un viaje muy discreto. Su orden le enviaba a Roma para resolver algunos asuntos internos y la historia cuenta que se alojó en un convento agustino entonces adyacente a Santa María del Popolo. Evidentemente también frecuentó la magnífica iglesia de San Agustín, muy cercana a la plaza Navona, construida con excelentes mármoles travertinos. A Lutero no le gustó lo que vio en Roma.

Año 1510. Se estaban iniciando las obras de la nueva basílica de San Pedro, grandioso proyecto que iba a financiarse con la venta de indulgencias. Toneladas de mármol. Fiesta. Alegría. Simonía. Intrigas. Comercio carnal. El agustino Lutero quedó horrorizado. El ahorro alemán no soporta el descontrol. Al cabo de siete años, clavaba sus 95 tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg (Sajonia).

Ese acto es considerado el inicio de la Reforma protestante, la mayor convulsión político-religiosa en Europa desde el edicto de Milán, que en el 313 autorizó la práctica del cristianismo en el imperio romano de Occidente y en el de Oriente para después pasar a ser religión oficial.

La orden de San Agustín pagó caro el cisma. Lutero había salido de sus filas. Quedaron mal vistos. Se emplearon como sacristanes de la basílica de San Pedro –ahí siguen– para expresar su fidelidad al Papa de Roma. El último papa vinculado a los agustinos fue Gregorio XIII, que les encargó la confección del denominado calendario gregoriano, que hoy rige nuestros días.

¿El último? El último papa agustino fue elegido hace exactamente cuatro días. El oficiante de la misa en Santa María del Popolo lo celebra con cierta contención, con la austeridad y la introspección que se suele atribuir a los agustinos.

La orden no fue creada directamente por Agustín de Hipona (350-430), nacido en la actual Argelia, hijo del edicto de Milán. La orden como tal surgió en el siglo XIII, cuando Inocencio IV, un papa genovés muy listo, decidió evitar la disgregación de fuerzas en un momento en que Roma reivindicaba más autoridad frente a los monarcas católicos. La eterna cuestión. Decidió unificar bajo una misma orden a los ermitaños que seguían las reglas de vida monástica escritas por san Agustín. Apoyó a agustinos, franciscanos y dominicos y excomulgó al emperador del Sacro Imperio, Federico II, que quería mandar más que el Papa.

Los agustinos visten hábito negro. Patrística, austeridad e introspección. Estudio de los textos antiguos y cultivo de una espiritualidad subjetiva. El oficiante de Santa María del Popolo explica a los fieles la diferencia entre oír y escuchar . “Cuando escuchamos nos adentramos en el pensamiento de quien nos habla. Por lo tanto, podemos ponernos en su lugar”. En la plaza de San Pedro, en su segunda alocución pública como Papa, el fraile agustino Robert Francis Prevost llama a escuchar. “Cuán importante es escuchar al prójimo. Hemos de aprender a escuchar para construir puentes y no cerrar las puertas, creyendo que tenemos toda la razón”. Escuchar. También pide la paz en Ucrania, Gaza y Cachemira. “Una paz justa”. Ese matiz es muy importante.

Domingo soleado. A Roma le está gustando el nuevo Papa. Presenta muchos matices. León XIV, un hombre ligeramente introvertido que habla claro, es hoy un mosaico en construcción ante la opinión pública mundial. Pronto habrá leones de izquierda y leones de derecha. El nuevo pontífice también gusta a los romanos porque atraerá a miles de turistas de Estados Unidos, y eso significa mucho dinero sin necesidad de vender indulgencias.

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