Emma

Me encanta Emma Vilarasau. Seré sincera: por ella vi la transmisión completa de los premios Goya, que me pareció bastante aburrida. Larguísima. La mayoría de los discursos fueron repetitivos, monótonos. Es normal que, en un momento tan especial, los premiados se acuerden de sus seres queridos. Un recuerdo para los que amamos y están presentes en la sala, pero también para los que se fueron y nos acompañan siempre. Sin embargo, quizás no sea necesario verbalizarlo en cada intervención. Al final, los espectadores pueden acabar hartos de oír una retahíla de nombres en voz alta. El espectáculo es el espectáculo. Por ello, exige ritmo e intensidad. Algunos discursos fueron innecesarios, otros insulsos, unos pocos valieron la pena. Nada del otro mundo. Destacó la maravillosa actuación de Rigoberta Bandini, que versionó un tema de principios de los ochenta de Massiel, El amor, un poema brutal que fue muy aplaudido.

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LV

Yo quería ver a Emma alzarse con el Goya a la mejor actriz. Hace muchos años que sigo su trayectoria en series televisivas (por cierto, estaría muy bien que TV3 hiciese una serie con ella, tras veinte años de no ofrecerle nada), en escenarios teatrales y en el cine, ahora con Casa en flames. Es una actriz enorme, con una capacidad de interpretación que deja sin aliento, que captura la esencia de sus personajes y transmite emociones. Es intensa y rigurosa, exigente y­ ­versátil.

Vilarasau se merecía el Goya por un papel de una complejidad y una sencillez emocionantes

Me encanta su discurso a favor de la necesaria visibilización de las actrices que, a partir de cierta edad, no encuentran papeles en el cine ni el teatro, algo que no sucede, por supuesto, con los señores. Se ha erigido en una defensora valiente de las mujeres.

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Se merecía el Goya porque su actuación en la película nominada es de una complejidad y una sencillez emocionantes, porque fue capaz de interpretar un drama humano universal, la soledad de muchas madres, de una forma repleta de verdades que parten el alma sin abandonar el sarcasmo. El humor que nos hace reír, pero que también invita al grito o a las lágrimas. Emma, brindo por los papeles que vendrán, por los nuevos proyectos, por los retos que aún te quedan por delante. Nos quedamos en el casi Goya. Da igual: tú, por suerte, eres la misma.

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