Tras casi treinta duros años de censura franquista, el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, asumió en 1966 la tarea de dar algo de oxígeno a los periodistas con una nueva ley de Prensa e Imprenta que iba a llevar su nombre.

Fraga inaugura el curso en la Escuela Oficial de Periodismo (Madrid, 1966). A su derecha, Pío Cabanillas
Pasó a la historia como ley Fraga, aunque también podía haberlo hecho como ley Cabanillas, pues don Pío, más adelante ministro él mismo, fue quien la redactó desde su puesto de subsecretario en el citado ministerio.
El gran avance del texto legislativo fue la práctica desaparición de la censura previa y de las consignas propagandísticas, reservadas para situaciones de emergencia o guerra. La prensa pasaba a entenderse en el ámbito de la empresa privada y no del “interés nacional”, eufemismo que había permitido teledirigirla. Fue un paso intermedio hacia una libertad plena que aún se haría esperar.

Detalle de un caricatura del siglo xix donde se aprecia a la ley de imprenta amordazar a una personificación de España, ataca simultáneamente por otros 'males' (La Campana de Gracia, 1879).