El estremecedor tiroteo de dos de la embajada israelí en Washington ha propiciado el contexto ideal para que Donald Trump intensifique su campaña contra las principales universidades de Estados Unidos, a las que acusa de permitir el antisemitismo en sus campus. Horas después del trágico suceso, la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, ha enviado una carta a la Universidad de Harvard en la que informa que, “con efecto inmediato, se revoca la certificación del Programa de Estudiantes y Visitantes de intercambio” de su universidad.
En una publicación en sus redes sociales, Noem ha declarado que la medida debería “servir de advertencia” a las demás instituciones académicas. La istración “responsabiliza a Harvard de fomentar la violencia, el antisemitismo y la coordinación con el Partido Comunista Chino en su campus”, añade la secretaria: “Es un privilegio, no un derecho, que las universidades matriculen a estudiantes extranjeros y se beneficien de sus elevadas matrículas para ayudar a engrosar sus fondos de miles de millones de dólares”.
Noem dice que la medida debería “servir de advertencia” a los demás centros y acusa a Harvard de fomentar el “antisemitismo”
La Universidad de Harvard ha declarado que la medida es una acción de represalia “ilegal” que amenaza con causar un grave perjuicio a la universidad. En un comunicado, la universidad ha afirmado que “sigue plenamente comprometida con mantener su capacidad para acoger a estudiantes y académicos internacionales de más de 140 países y enriquecer la universidad”.
La prohibición de itir alumnos extranjeros en sus campus es el último paso en el asalto de la Casa Blanca a la educación superior del país. El mes pasado, Trump congeló 2.200 millones de dólares en subvenciones plurianuales y otros 60 millones en contratos con la universidad, después de que Harvard se negara a cumplir con sus draconianas demandas ideológicas, que la dirección del centro consideró un asalto ilegal a la libertad de expresión y académica.
Al igual que a otros seis prestigiosos centros, la istración amenazaba con retirar la financiación si no se cumplía la lista de exigencias, como la eliminación de los programas de diversidad e inclusión, la prohibición de las mascarillas, la reforma de los criterios de isión y contratación del profesorado o la persecución de la protesta propalestina, que Trump considera “antisemita”.
Este nuevo asalto, que supone una importante escalada en el pulso con Harvard y limitará todavía más su capacidad de financiación, se produce después de la disputa entre el centro y departamento de Seguridad Nacional, que pidió a la dirección información sobre algunos de sus estudiantes extranjeros. La secretaria Noem amenazó en abril con tomar esta medida si Harvard no accedía a compartir datos “relevantes” sobre los alumnos con visa de estudiante y que se hubieran visto involucrados en actividades “peligrosas” o “ilegales”.
En la opinión del Gobierno, los estudiantes extranjeros están en el país para estudiar, y su participación en protestas propalestinas, o la publicación de artículos críticos con Israel, se consideran actos antisemitas por que merecen la revocación de sus visados. Este ataque a la libertad de expresión, un derecho sagrado en EE.UU. y protegido en la Primera Enmienda, no tiene precedentes desde la caza de brujas acontecida durante la guerra fría contra las ideas comunistas.
Harvard impugnó el mes pasado la decisión de la Casa Blanca de bloquear su financiación y también se espera que presente una nueva demanda ante la justicia por esta medida. Este curso, han estado matriculados en la universidad de Harvard unos 6.800 estudiantes internacionales, lo que supone aproximadamente el 27 % del alumnado, según los datos de matriculación de la universidad.
El alumnado internacional de Harvard supone el 27% de sus estudiantes matriculados este curso
Esta cifra supone un importante aumento del 19,7% con respecto a hace 15 años y demuestra la creciente dependencia de la universidad de los extranjeros. Harvard supone un importante atractivo de los mejores estudiantes del mundo, por lo que la consecuencia de la medida tomada por Trump será la pérdida de talento en EE.UU. por motivos explícitamente ideológicos.
La persecución de estudiantes y profesores, pertenecientes a unos círculos universitarios que tienden a votar demócrata en las elecciones, ha llevado a varios profesores a la decisión de escapar del país. Entre ellos, Jason Stanley, profesor de filosofía en Yale, que aseguró en una entrevista con La Vanguardia que la cesión de la Universidad de Columbia a las exigencias de Trump fue uno de los motivos de su huida prevista a Canadá “para que mis hijos no vivan bajo el fascismo”.