En el momento de convertirse en León XIV, Robert Francis Prevost se emocionó. Ante doscientas mil personas y cientos de mandatarios internacionales, el nuevo pontífice apenas pudo contener las lágrimas mientras recibía el palio y el anillo del pescador, símbolos seculares del sucesor de Pedro. Luego, durante la homilía, el Papa hizo un ejercicio de humildad: “He sido elegido sin ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a vosotros como un hermano que quiere hacerse servidor de vuestra fe y de vuestra alegría”.
En las primeras filas del atrio de San Pedro se encontraban muchos de los jefes de Estado y de Gobierno que, hace tres semanas, acudieron al funeral de Francisco: los reyes de España, Felipe VI y Letizia, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, el presidente italiano, Sergio Mattarella, la primera ministra Giorgia Meloni, el canciller alemán Friedrich Merz, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la presidenta de Perú, Dina Boluarte, y el primer ministro de Canadá, Mark Carney. Esta vez no estuvo Donald Trump; en su lugar asistió su vicepresidente, JD Vance, convertido al catolicismo en 2019, quien se había reunido con Francisco justo un mes antes, en las últimas horas del pontífice.

Panorámica aérea de la ceremonia papal
Y al igual que en el funeral del Papa argentino, también hoy la misa fue una ocasión para una serie de reuniones bilaterales: una minicumbre bajo el ala de un Vaticano que se ofrece como mediador. Así, durante todo el día los líderes se fueron encontrando por distintos puntos de Roma. El primero fue Zelenski, quien, tras abrazar con gran calidez a Meloni y estrechar la mano con igual cercanía a Felipe VI, fue recibido formalmente por el nuevo pontífice, con quien había mantenido una llamada telefónica el pasado lunes. El presidente ucraniano, a bordo de un Maserati puesto a disposición por el gobierno italiano, se dirigió tras salir de los muros vaticanos a la residencia del embajador estadounidense, cerca de Villa Borghese, donde lo esperaba Vance para una reunión bilateral sin cámaras, y por tanto más provechosa que el último encuentro entre ambos, que había terminado muy mal en el Despacho Oval.
No había demasiado tiempo para discutir, porque a las 15:30 Vance estaba citado en Palazzo Chigi para un encuentro con Giorgia Meloni y Ursula von der Leyen. En este caso el tema era otro: los aranceles.

Vista aérea de la plaza de San Pedro en Ciudad del Vaticano
Para la primera ministra italiana, excluida de los os directos sobre Ucrania, fue una forma de volver a escena.
Por la mañana, los mandatarios escucharon el llamamiento del Papa por Gaza, donde “niños, familias y ancianos, supervivientes todos, están reducidos al hambre”, y por Ucrania. Palabras acogidas con aplausos por Zelenski, no así por Vance (que no comprende italiano).
En las primeras filas de la plaza de San Pedro también estaba el presidente israelí, Isaac Herzog, pero no Benjamin Netanyahu. El primer ministro, según publicó el diario israelí Ynet, habría querido estar en Roma, pero no habría obtenido de las autoridades italianas las garantías necesarias en relación con la orden de arresto que pesa sobre él, emitida por la Corte Penal Internacional. Un problema que Netanyahu comparte con el presidente ruso, Vladímir Putin, también ausente.
La plaza estaba llena desde el amanecer y, una hora antes del inicio de la misa, León XIV saludó a los fieles recorriendo en papamóvil eléctrico toda la vía de la Conciliación, la gran avenida que conecta la basílica de San Pedro con Castel Sant’Angelo.
Durante la homilía, el Papa leyó un texto denso y cargado de contenido: “A Pedro se le confía la tarea de amar más y de dar la vida por el rebaño. No se trata nunca de conquistar a los demás mediante la imposición, la propaganda religiosa o el uso del poder, sino siempre y únicamente de amar como lo hizo Jesús”. “El Papa no es un líder solitario. Este es un camino que debemos recorrer juntos”, dijo el pontífice, “entre nosotros, pero también con las iglesias cristianas hermanas, con quienes siguen otros caminos religiosos, con quienes cultivan la inquietud de la búsqueda de Dios, con todas las mujeres y hombres de buena voluntad, para construir un mundo nuevo donde reine la paz”.

El Papa durante el recorrido por San Pedro
El papa Prevost recordó la muerte de su predecesor, que “llenó de tristeza nuestro corazón y, en aquellas horas difíciles” -dijo entre los aplausos de la plaza- “nos sentimos como aquellas multitudes de las que el Evangelio dice que eran como ovejas sin pastor”.
De san Agustín, el nuevo Papa citó al inicio de la homilía un pasaje de las Confesiones: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. También citó uno de sus Sermones: “La Iglesia está formada por todos aquellos que están en armonía con sus hermanos y que aman al prójimo”. Y, sin mencionar al autor, recurrió a una frase más: “En el único Cristo somos uno”, expresión que en latín (in Illo uno unum) se ha convertido en su lema, primero como obispo, luego como cardenal y ahora como Pontífice.

Autoridades en el Vaticano, este domingo
Al final de la ceremonia, cuando la multitud comenzó a dispersarse bajo el sol romano, destacaban entre los peregrinos los numerosos cofrades llegados de Málaga, Sevilla y León, que celebraban hoy su jubileo en Roma, con estandartes al hombro y pasos lentos.