Estamos locos

Se ha escrito un crimen. O se ha filmado un desastre. Me refiero a la última versión de Disney de la película Blancanieves. Hablaré claro: en nombre de lo políticamente correcto no podemos reescribir la literatura universal. Hace un tiempo, se intentó con la obra completa de Roald Dahl. Se acusaba al autor de ser políticamente incorrecto, sin tener en cuenta que su estilo se basa en la exageración, la hipérbole y el sentido del humor. Si olvidamos contextos y características de un texto, nos lo cargaremos todo sin piedad. Por suerte pudo pararse a tiempo, gracias a las protestas de lectores, escritores y amantes varios de la literatura. Llegué a temer por la literatura: ¿qué sucedería con la obra de Shakespeare, Flaubert, Lewis Carroll y tantos otros? La censura en nombre de la corrección política es terriblemente destructiva.

The marquee of the El Capitan theatre is seen during the world premiere of Disney's

  

AFP

Blancanieves es un cuento recopilado por los hermanos y filólogos Grimm. Su origen es antiquísimo y se había transmitido de forma universal oralmente. No tiene nada de cursi, ni de machista. Habla del poder de la mujer, que huye del mal, se refugia en un bosque junto a siete enanitos a los que organiza como comunidad, hasta que encuentra finalmente el amor. En nuestra época solo valen las lecturas superficiales.

Se ha filmado un desastre: la última versión de Disney de ‘Blancanieves’

Disney se ha cargado Blancanieves. El cuento original empieza diciendo que una reina cosía junto a la ventana. Se pinchó un dedo con la aguja y deseó tener una hija con la piel blanca como la nieve y los labios rojos como la sangre. De ahí nace el nombre de la protagonista. Entonces Disney busca a Rachel Zegler, una actriz latina, como protagonista. Me recuerda a las versiones Disney de La Sirenita: la pelirroja Ariel. En la versión original de Hans Christian Andersen, autor danés, la protagonista es el prototipo de belleza danesa, rubia y pálida. Disney manipula según la moda y el mercado: elimina o añade personajes, cambia el sentido del relato, transforma su final.

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Es lo que ha ocurrido con Blancanieves: desaparición del príncipe y sustitución por otro señor que pasaba por allí. El beso ha sido eliminado. No vayamos a creer que el amor salva a nadie de nada. ¿Y el tema del consentimiento? Los cuentos son siempre simbólicos, los cuentos son antiguos y sabios. Nosotros estamos locos.

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